miércoles, 19 de noviembre de 2008

Carta a un maltratador

> Fernando Orden Rueda 2º de Bachillerato, de Ciencias de la Salud. IES
> Bioclimático, de Badajoz. II Premio del II Concurso Nacional 'Carta a un
> maltratador', convocado por la Asociación 'Juntos contra la violencia
> doméstica'
>
>
> Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has humillado, porque la has
> menospreciado, porque la has golpeado, abofeteado, escupido, insultado…
> porque la has maltratado. ¿Por qué la maltratas? Dices que es su culpa,
> ¿verdad? Que es ella la que te saca de tus casillas, siempre
> contradiciendo y exigiendo dinero para cosas innecesarias o que detestas:
> detergente, bayetas, verduras… Es entonces, en medio de una discusión
> cuando tú, con tu 'método de disciplina' intentas educarla, para que
> aprenda. Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene tanta
> suerte contigo, un hombre de ideas claras, respetable. ¿De qué se queja?
>
> Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive, pero muerta. Haces que
> se sienta fea, bruta, inferior, torpe… La acobardas, la empujas, le das
> patadas…, patadas que yo también sufría.
>
> Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá estaba sentada
> en el sofá, la mirada dispersa, la cara pálida, con ojeras. No había
> dormido en toda la noche, como otras muchas, por miedo a que llegaras,
> por pánico a que aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor
> dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de tu
> borrachera. Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me había quedado
> tranquilo y confortable con mis piernecitas dobladas. Ya había hecho la
> casa, fregado el suelo y planchado tu ropa. De repente, suena la
> cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces! tú: l a camisa
> por fuera, sin corbata y ebrio. Como tantas veces. Mamá temblaba. Yo
> también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos. En ocasiones
> ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata? La pobre
> creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte era culpa
> suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una vida y en cambio ella no
> conseguía hacer siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella
> viera cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí,
> irnos los dos…Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme entender.
>
> Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá dijo que no
> era el momento ni la situación, suplicó que te acostases, estarías
> cansado. Pero tu realidad era otra. Crees que siempre puedes hacer lo que
> quieres. La forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la
> empotraste contra la pared. Como siempre, al final ella terminaba
> cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas. De
> repente me oyó. ¡Esta vez sí que no!–dijo para adentro-, sujetó tus
> manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu
> cara en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella jamás se
> había negado a nada.
>
> Me puse contento antes de tiempo.
>
> Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo para educarla.
> Cuando una mujer hace algo mal hay que enseñarla. Y lo que funciona mejor
> es la fuerza: puñetazo por la boca y patada por la barriga una y otra
> vez…
>
> Y sucedió.
>
> Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra sus paredes.
> Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas todavía porque quería
> vivir. Salía la sangre y yo me deb! ilitaba. Me dolía todo y me dolía
> también el cuerpo de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella
> caía desmayada en un charco de sangre.
>
> Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra mamá.
> Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí.
>
> Y ahora me dirijo a tí. Esta carta es para tí, cabrón: por ella, por la
> que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo. También por mí que sólo fui
> un feto a quien negaste el derecho a la vida.
>
>
> Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy triste, pero
> serenamente, sin violencia, te denunció y dejó que la justicia decidiera
> tu destino. Y otra cosa: nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte
> papá. Ni saber que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío
> porque en el barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos
> ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.

No hay comentarios: